domingo, 15 de julio de 2012

Fuegos artificiales


El cielo es oscuro, estrellado. La bola de fuego va dejando tras de sí una estela de luz dorada, que se desvanece a medida que asciende a gran velocidad hacia el infinito. Es una sensación profunda, que me entra por los ojos, llega a mi mente, y despierta la memoria. Mientras esa luz serpenteante se aleja, me vienen a la cabeza algunos recuerdos de cuando era niño. Son solo unos segundos, pero son muy reales.







[Me preparo deprisa para subir a la plaza, porque nosotros en mi casa llegamos siempre tarde a todos sitios. Apago la luz del baño y mientras me dirijo a la puerta de casa me despido: "yo ya voy para arriba". Al llegar, ya han empezado las actuaciones, y como siempre, me dirijo hacia los soportales de la iglesia para observar la escena. Empiezo a ver a algunos de mis amigos. Me encuentro con gente que hacía tiempo que no veía, y es que la feria, realmente no es más que un montón de reencuentros. 

Cuando terminan los bailes y la música, empieza el pregón. 

La cuenta atrás ya ha comenzado.

"!Viva Mengíbar¡","!Viva!". Las doce.


La gente empieza a levantarse y yo a buscar un buen sitio para ver los fuegos artificiales. Me siento, y me relajo. Es un momento para el que he esperado durante un año.


A continuación todos iremos calle abajo en dirección al recinto ferial, para seguir con la fiesta, que acabará al amanecer con churros en la mano y chocolate caliente en la mesa....]







Apenas unos segundos después, abro los ojos. 


Y llega la explosión de luz. La magia. 



Luego, el sonido. Un estruendo fuerte que se propaga por el aire, ocupándolo todo. 







!Qué gran sonrisa...!


!Hasta el año que viene, Mengíbar!


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