domingo, 19 de junio de 2011

Negro sobre Negro


La gente comienta a guardar silencio en el patio de butacas. La luz se va apagando. Veo entre las telas, las sombras de mis compañeros, preparándose.

El espacio negro me rodea. Es negro por ser neutro. Porque apaga la luz que recibe. Permite experiencias diversas. Se parte del negro. En el blanco está todo. En el negro no hay nada. Y de la nada, se crea. Se comienza a producir el espacio escénico. Los personajes, los gestos. Cada mirada. Todo tiene su sentido y su orden estipulado, pero cada representación es única. Y es lo que hace grande al teatro. No hay dos iguales. Es un momento, en un día concreto, un tiempo determinado. La representación es aquí y ahora.

La música comienza a sonar.


Repaso el guión una y otra vez en mi cabeza. Todo lo que he aprendido durante meses: los gestos, los movimientos, las pausas, cómo controlar la mirada. La forma de caminar..., la dicción... 


Todo lo que he aprendido y asimilado, comienza a tener sentido y a ordenarse dentro de mí.








Controlo mi respiración, despacio. Queda poco para salir. 








Se abre el telón.








El público, expectante.
Cada segundo de pausa ahí arriba, es un minuto ahí abajo.








Comienza el espectáculo.

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