miércoles, 3 de marzo de 2010

La cornisa


El hombre permanece inmóvil en la cornisa. A un lado, su vida y su mundo. Al otro, la nada. La lluvia intensa y las luces de la calle, marcan su silueta. Aquí arriba todo está oscuro.

"Creo que no podré alcanzarlo si lo hace". 

Poco a poco me voy a acercando, centímetro a centímetro, lo más rápido que puedo. Él ya me ha visto, pero no hace ningún gesto. Permanece quieto, sereno. No mira hacia la calle. Me mira a mí. Su mirada es aterradora. Tiene los ojos inyectados en sangre. Está mojado, sucio. Tiene heridas en las manos y en su rostro.


Solo se oye la lluvia caer.


Ahora, poco a poco, oigo sirenas.
No hay tiempo.



"¿Cómo habrá llegado hasta aquí?"



"Todo tiene una solución"
No me responde. No se mueve. Solo piensa.


Su mente le atormenta. Todo en su cabeza comienza a ir cada vez más rápido.
Sus pensamientos. Sus recuerdos.


No queda tiempo. Empieza a abrir los brazos. Me sonríe. 
Salgo corriendo hacia él, pero ya es tarde.



Entre la lluvia y la luz, su cuerpo cae hacia atrás. Sin mediar palabra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario