viernes, 19 de marzo de 2010

El jardín de atrás


Hace mucho tiempo que no apreciaba ciertas cosas de mi día a día. Muchas veces olvido qué tengo. Qué no necesito. Pero es que en ocasiones es necesario que las cosas sean intensas, que te involucres totalmente. Sólo así pueden salir cosas interesantes. E intento que mis proyectos lo sean. Las maquetas. Los dibujos, que repaso una y otra vez. Las imágenes en mi cabeza, que no dejan de dar vueltas, de ordenarse y de deshacerse...

Ella lo entiende. Sabe sentirlo, porque también lo experimenta. En su tacto está su magia. Siempre me ha impresionado cómo un escultor sabe dar vida a algo, de la nada. Cómo Miguel Ángel o Bernini daban vida a esas piezas de mármol... Y cómo ella da vida a esas figuras, retorcidas, cuyas almas tratan de salir de su cuerpo.

Hay que saber marcar bien los tiempos que no están escritos en la partitura. Es fundamental.

Estamos merendando, sentados en el césped de atrás de la casa. Hablamos, reímos...Entre recuerdos y anécdotas, noto cómo el tiempo se ralentiza. La veo moverse más despacio y no oigo nada. Observo cómo la luz del atardecer se refleja en su rostro. Es una sonrisa amable, como la luz que la dibuja. Se tumba sobre el costado, y apoya la cabeza sobre su mano. Mira hacia el horizonte. Entorna la mirada, intensa...


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