jueves, 11 de febrero de 2010

El amanecer


Abro los ojos. Dejo su brazo lentamente caer sobre la almohada y me levanto. Admiro por la ventana, abierta de par en par, lo bello del paisaje que me rodea. Lo contemplo tranquilamente sentado en mi cama. Mientras voy hacia el armario para ponerme una camisa, siento como las partículas de agua que flotan en la habitación se pegan a mi cuerpo, y entran por mi nariz. Huele a lluvia fresca. Me encanta. Ya falta poco para que los rayos horizontales del sol, poco a poco, entren en la casa a través de los árboles.

Bajo a tomarme un café en la cocina. Se oyen mis pasos al bajar. La madera. El paso del tiempo. El estar sigue como la noche anterior. Salgo pronto y me dirijo ladera arriba. Camino lentamente por la rivera del río, paso a paso. Cruzo el agua varias veces por entre las piedras, y poco a poco voy llegando a mi lugar preferido.

Cuando llego al pie de la montaña, me siento en el césped, aun fresco, a contemplar el amanecer. Ocurre todos los días, pero cada día es mas maravilloso que el anterior. Y nunca me canso de ver este regalo de la naturaleza. Todo se transforma en esos instantes. Los pájaros empiezan a cantar, el rocío comienza a evaporarse, y una inmensa gama de colores empiezan a llenar el cielo de pinceladas precisas, del mejor de los pintores. Y respiro profundamente.

Bajo con los primeros rayos. Me gusta acompañarla en el despertar. Subo las escaleras con el desayuno, que dejo en la mesita. Me tumbo a su lado, y la observo mientras acaricio su pelo, hasta que poco a poco abre los ojos esbozando una pequeña sonrisa...


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