lunes, 25 de octubre de 2010

La catedral

Me siento pequeño aquí dentro. En este espacio inmenso que hace al hombre insignificante. Aquí, donde cada uno no es uno, sino uno más.

Es de noche. Cientos de velas iluminan el lugar. Una bajo cada columna, junto a cada uno de los bancos de madera, en las paredes…La catedral es luz. Es oscuridad. Un espacio mágico, de recogimiento y meditación, único dentro de la ciudad.

Permanezco de pie en el pasillo central. No puedo más que admirar todo cuanto me rodea. Contrastes de luz, lugares escondidos tras las columnas…


De repente, alguien comienza a cantar.
Una melodía dulce y extraña.
Es una niña.
Está allí al fondo, quieta.


Camino lentamente hacia donde está. Mis pasos firmes resuenan por cada uno de los rincones de este lugar. Me detengo en el crucero, bajo la gran cúpula, apenas a unos metros de ella.


Tiene el pelo oscuro y largo, recogido a un lado con un lazo de color blanco.
Blanco, como su vestido.


No deja de observarme.
Me habla. No logro entenderla.
Señala con el dedo algo detrás de mí.


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